No compres la idea falsa del amor

Escrito por: Suiry Sobrino Verástegui

“Porque las mujeres estamos presas de nuestro pernicioso romanticismo, de una idealización desaforada que nos hace buscar en el amado el súmmum de todas las maravillas. E incluso cuando la realidad nos muestra una y otra vez que no es así (por ejemplo cuando nos enamoramos de un tipo áspero y grosero), nosotras nos decimos que esa apariencia es falsa; que muy dentro de él nuestro hombre es dulcísimo y que, para dejar de salir su natural ternura, sólo necesita sentirse más seguro, más querido, mejor acompañado. En suma: nos convencemos de que nosotras vamos a poder cambiarlo, gracias a la varita mágica de nuestro cariño. Rescataremos y liberaremos al verdadero amado, que está dentro de sus traumas emocionales. Lo salvaremos de sí mismo”.

La ridícula idea de no volver a verte, Rosa Montero.

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“Yo sé que me quiere”, es la típica frase que usamos para aliviar nuestra decepción después de algún episodio de violencia por parte de la persona que amamos. Pero ¿por qué de pronto, mujeres independientes y aparentemente fuertes, caemos en las redes de un amor tóxico?, ¿por qué es tan fácil perdernos a nosotras mismas cuando nos enamoramos?, ¿por qué nos cuesta tanto decir adiós, cuando sabemos de sobra que es el momento indicado?, ¿por qué estamos dispuestas a dar, segundas, terceras y cuartas oportunidades en nombre del amor?, ¿qué es lo que mantiene vivo este vínculo entre el amor de pareja y la sumisión de la mujer? Eso es precisamente lo que intentaremos entender.

 

El “pero” que le sigue a nuestra afirmación

La afirmación que utilicé en el párrafo anterior jamás saldrá de nuestras bocas si no es acompañada por un “pero”: “Yo sé que me quiere pero cuando se molesta se vuelve loco”, “yo sé que me quiere, pero no quiere hacerle daño a sus hijos”; “Yo sé que me quiere pero no controla sus celos”, etc. Y así, sin darnos cuenta, asumimos en nuestra relación un patrón de violencia del cual será difícil escapar. Porque nos queda muy bien el papel de consejeras de nuestras amigas, pero somos incapaces de reconocer la violencia cuando viene disfrazada de amor, de palabras bonitas, y promesas.

Todavía batallamos para desvincular la violencia del amor, y pensamos -no necesariamente de una manera consciente- que el amor es un todo que engloba insultos, peleas físicas, celos y humillaciones; porque nos han enseñado que mientras más pasional sea la relación más amor sienten los involucrados, y aquellos que se separan pero siempre vuelven,son las parejas que perduran en el tiempo, los que se quedarán juntos; sin importar las causas que originan esas separaciones, y sin tener en cuenta todas las heridas que dejan esos encuentros pasionales. Lo importante para nuestra sociedad es emparejarse, formar una familia, y mantenerla unida a toda costa.

 

Desaprendiendo el concepto del amor

El amor ha sido desde siempre, el espacio en donde el control patriarcal ha estado más justificado, el amor también ha sido y es todavía la excusa perfecta para manipular a las mujeres y condenarlas a una vivir de la manera que se espera pero no la que se quiere. Pero para lograr que las mujeres perdamos la cabeza cada vez que nos enamoramos, se necesita exponernos desde niñas a un condicionamiento que permita crearnos la necesidad de un “amor salvador”.

Desde Disney hasta la Rosa de Guadalupe, nos cuentan historias en donde mágicamente el amor lo soluciona todo, sin necesidad de un retrospección previa, ni un proceso real en donde exista voluntad de ambos lados; casi siempre es el amor abnegado, sacrificado, entregado y puro de la mujer el que logra sacar adelante a la familia. Pero lo que hace realmente esta construcción cultural del amor es llenarnos de frustraciones, y preparar el ambiente para la dependencia emocional.

Con el discurso de que el amor verdadero es para siempre, nos enseñan a aferrarnos a aquello que solo ha sido perfecto en la etapa de idealización de una relación. El amor como nos los presentan se parece más a una codependencia, y la culpa social de que esta relación -que está condenada a fracasar por nuestras carencias afectivas- no funcione, será asumida por la mujer.

Si te fue infiel, es porque no supiste cuidarlo; si te pegó es porque lo provocaste, si te celó es porque no le diste su lugar. La presión social nos hace asumir la responsabilidad de que la relación funcione, porque somos nosotras la representación del amor desinteresado en la pareja. Por un lado se espera de los hombres que sean violentos y sacavuelteros (si no lo son, son hombres buenos), y de la mujer se espera que sean tolerantes, pacientes, amorosas, comprensivas y sumisas.

 

Terminar con el círculo de la violencia

La idea de que el amor de tu vida ha sido una persona que ha nacido ya destinada para ti, carga de presiones y frustraciones a ambas personas involucradas en la relación; sobre todo a la mujer.

Esta presión que sentimos, más otros factores personales, componen el camino perfecto hacia la dependencia emocional. Porque las mujeres no nos enamoramos solo de un hombre, las mujeres aprendemos a enamorarnos de un todo: de un futuro, de una salvación, de una estabilidad, de una composición irreal. Y cuando sentimos que lo perdemos, nos cambian, o nos dejan; no solo acabamos con una relación sino se viene abajo toda nuestra inversión.

En estos tiempos, como mujeres modernas e independientes, no todas buscamos una relación seria pero muchas veces necesitamos que a pesar de ello, sí nos tomen en serio a nosotras. Porque si un hombre no nos toma en serio, somos juzgadas por la sociedad, señalas como “fáciles”. Si no nos “oficializan”, no somos importantes, no existimos. No es tan difícil entender entonces, lo que la sociedad nos grita: La etiqueta de novia/enamorada/esposa nos visibiliza. Bajo esta equivocada percepción, sí vale la pena aferrarse si lo encuentras, ¿no?

No es que las mujeres estemos condenadas a representar estos roles hasta la eternidad, pero para generar un cambio necesitamos masificar la información e interiorizar que hay diferentes formas de amar pero que ninguna de ellas debe estar ligada con la violencia.

Permitir que la sociedad señale, critique y se burle de una mujer por sufrir de dependencia emocional, es comprometerse en el círculo de la violencia. Lo que se debe hacer en cambio, es luchar contra las influencias que llegan a nuestras niñas; pero sobre todo no reforzar los estereotipos que limitan su libertad y que les impiden buscar ser las protagonistas de su propia historia. Con un beso no convertiremos un sapo en príncipe, no convertiremos nunca a una bestia en un galán, nadie vendrá a rescatarnos de nuestro cautiverio. Solo contamos con nosotras, y eso es más que suficiente.

 

 

 

Fuente de la imagen: http://lalimaquesefue.blogspot.pe